Motor económico durante décadas, hoy las galerías de extracción de carbón reciben a los turistas. Un recorrido para descubrir el patrimonio industrial de la región con visitas al Pozo Sotón, la mina submarina de Arnao y el pueblo minero de Bustiello.

Nunca se vio una oscuridad tan perfecta. Aunque uno tenga abiertos los ojos, el negro no se ve interrumpido por ningún fotón. El silencio es cuasiperfecto: se oyen las respiraciones de los compañeros, nada más. Tal vez los latidos del planeta. Estamos a cientos de metros de profundidad, en un pequeño pasadizo llamado chimenea que comunica dos galerías —la octava y la décima— de la mina asturiana Pozo Sotón, tumbados entre cuatro paredes de roca. Hay muy poco espacio y estamos muy lejos de todo. La minera Nuria, una de las que nos acompañan (“somos mineros, no guías”, ha dicho), es la que nos ha mandado apagar las lámparas que llevamos en el casco. Y así nos quedamos: en silencio y a oscuras, solos con nosotros mismos. Son apenas unos segundos, pero son místicos, reveladores, hay algo metafísico en esa oscuridad y esa ausencia de todo lo que nos rodea, que es el mundo entero. Es como no existir, es una experiencia propia del espacio profundo exterior, aunque estemos en el profundo espacio interior, muy adentro de la Tierra.

Fuente: El País.

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